Los túneles se apropian de tu vida. Una vez dentro, ya no perteneces a allá afuera, al menos no en cuanto a aquello que mueve tus pasiones. Los tuneleros nos atrevemos a profanar la tierra, la desafiamos y asumimos los peligros que ello implica.

Un día Kafka escribió: Tú no me conoces si crees que temo, o que construyo mi madriguera simplemente a partir del miedo. Y la gente podría pensar que esta tierra carga, además de su propio peso, la presión del mundo exterior y que nosotros al decidir entrar, tenemos que soportar todo eso. ¡Mentira! La cavidad es un punto singular, un espacio en el que se liberan todas las fuerzas del mundo. Las paredes lo soportan todo, lo redistribuyen hacia los lados y nos dejan este hueco, como un campo de fuerza; la tierra misma nos ayuda y nos libera.

Esta colección fotográfica, más que imágenes aporta emociones; porque los obreros y los ingenieros, cuando estamos allá abajo y sacamos la cámara, no lo hacemos para retratar un paisaje subterráneo o una hazaña gloriosa, sino para documentar esa sensación de vulnerabilidad y de respeto hacia las fuerzas telúricas y la geología, que, si bien nos dan el permiso para entrar en el submundo, a la vez nos imponen todo tipo de trampas y acertijos, que tenemos que sortear para salir venturosos.

El significado que tiene cada una de estas fotografías trasciende lo artístico y  lo técnico; es un homenaje a la locura de los que, en aras del progreso, trasgreden la corteza de esta nuestra Tierra.

Fermín Sánchez Reyes, 2013